Reflexiones cotidianas

Ah, la lluvia

Prócoro Hernández Oropeza


Ya cayeron las primeras lluvias de la temporada y con ello el calor aminoró. Pero no sólo eso, las montañas reverdecieron, sus árboles se cubrieron de nuevo ropaje y el cielo se aclaró. Es como si la lluvia hubiese disipado polvo, humo, smog y la somnolencia de la ciudad. Hasta las calles lucen limpias, cuando menos de tierra.
Los ríos vuelven a cobrar vida, sobre todo el río Pitillal, cuyo sonido ha estado ausente por varios meses. Se secó mucho antes que otras temporadas. Es posible que hace cincuenta años o más este río no se secara, eso lo han de saber los viejos vallartenses.
Huele a tierra mojada y se percibe la alegría de las aves y también de nosotros porque el calor ha disminuido, y  a pesar de las nubes, el día se ve más transparente, el cielo limpio y más azul. Y es que la lluvia, el agua es un elemento purificador, no sólo de nuestro cuerpo físico, sino también de nuestra alma. En ciertas tradiciones espirituales se recurre al agua precisamente para purificar el alma de tanta suciedad o defectos psicológicos, egos o pecados. O en la tradición cristiana y en la tibetana se usa el agua para el bautizo, iniciación cristiana, o la purificación en el segundo caso.

La Biblia dice en Santiago 5:7 “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”. En Deuteronomio 11:14 dice: “yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite.”  Los labradores saben muy bien de esta sabiduría. Esperan la lluvia temprana para preparar la tierra y sembrar y deben procurar buena labranza para que sus cultivos resistan las lluvias tardías.

A lo que nos remite esa metáfora bíblica es a tener paciencia. Mucha gente, ante el incremento del calor, se siente sofocada, irritada, enfadada o infeliz, siempre quejándose del calor y exigiendo que llueva pronto para que refresque. La verdad es que la naturaleza es sabia y sabe en qué momento forma las nubes o genera las condiciones apropiadas para que llueva. Con lluvia o sin lluvia, con calor o frío, simplemente debemos tener paciencia y adaptarnos a las condiciones del tiempo. Si no lo hacemos y queremos que todo funcione de acuerdo a nuestros deseos vamos a sufrir y a quejarnos.
Cuando aceptamos a las cosas como son y como no son, entonces actuamos de acuerdo a las leyes divinas. Aceptamos las leyes mecánicas de la naturaleza, pero desde una óptica diferente, desde la aceptación, que no la resignación. Entonces entendemos que cuando hace calor lo mejor es aceptarlo y adaptarnos a él.
El canto de la lluvia es hermoso cuando llega, sobre toda esa lluvia temprana que nos deleita y refresca.  Aunque a veces las lluvias tardías, en este aspecto nos referimos a esas lluvias torrenciales que traen los huracanes entre Septiembre, Octubre, inclusive hasta Noviembre, a veces llegan a ser despiadadas y en algunos casos ocasionen muchos daños. Por último, recurro a la poesía, en este ocasión de Jorge Luis Borges, para  homenajear a la lluvia.

La lluvia
Jorge Luis Borges

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

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