Reflexiones cotidianas
Adios al pesimismo
Prócoro Hernández Oropeza

Me he preguntado si se puede ser optimista ante una realidad que parecer ser lo contrario. No pocos contestarían que el medio ambiente influye en el tipo de actitud ante las circunstancias que nos rodean.
Conozco amigos que son muy pesimistas. Si comentamos sobre la situación del país echan pestes de todo, del gobierno, los políticos, la corrupción el narco, la violencia. Y en parte tienen razón. Por  la forma en cómo se han comportado los gobiernos de los distintos partidos políticos, los mismos partidos, en todos los niveles, no hay mucha tela de dónde cortar.
Para ese tipo de gentes no hay esperanza, todo lo ven negro con un panorama desolador; sólo un milagro, tal vez, podría sacarnos de este marasmo o desesperanza, desde esa óptica. A esto se le denomina pesimismo. El pesimismo es la propensión a juzgar las cosas por su aspecto más desfavorable o negativo. Es lo opuesto al optimismo, que consiste en analizar las situaciones a partir de dimensión más favorable. El a7 a ve siempre el vaso medio vacío y su temperamento o actitud es el de un derrotista, agorero, amargado, malhumorado.
Si se tratara de explicar el origen del pesimismo, algunos adjudicarían este comportamiento a la forma en cómo los ha tratado la vida. Hay a quienes las circunstancias les han jugado más de una mala pasada; a otras les ha ido siempre – o casi siempre – de maravillas. Es de imaginar que los del primer grupo sean gente decididamente pesimistas; los otros, en cambio, serían los optimistas. Esto no necesariamente es así. Se conocen casos de personas que en su niñez o a lo largo de su vida han sufrido lo más cruel y sin embargo su actitud es optimista.
La diferencia es el enfoque. Las circunstancias adversas pueden servir de lección para cambiar el enfoque y no identificarnos con el sufrimiento, o lo hacemos al principio y después nos desvinculamos. Esos que han salido de la adversidad tuvieron esperanza y al final encontraron respuestas que modificaron su visión y su actitud. Son personas que no se dejaron llevar por el derrotismo, tuvieron un ideal y por lo mismo contemplan la vida como un desafío, una aventura preciosa e irrepetible. Eso significa ver en cada dificultad una oportunidad para crecer y no cruzarnos de brazos, desistir, resignarnos o echarnos a llorar.
No es la realidad pesimista o las circunstancias las que nos limitan, sino nuestros condicionamientos mentales, esos  que vienen de los defectos psicológicos, de nuestra mente limitada. Son nuestros condicionamientos los que deciden nuestra aprobación o desaprobación de cada realidad, la conducta ajena y la propia. Y para ilustrarnos como combatir el pesimismo, nada mejor que recurrir otra vez a la poesía, en esta ocasión al poema de Mario Benedetti, titulado: 

Chau pesimismo

Ya sos mayor de edad
tengo que despedirte
pesimismo

años que te preparo el desayuno
que vigilo tu tos de mal agüero
y te tomo la fiebre
que trato de narrarte pormenores
del pasado mediato
convencerte de que en el fondo somos
gallardos y leales
y también que al mal tiempo buena cara

pero como si nada
seguís malhumorado arisco e insociable
y te repantigás en la avería
como si fuese una butaca pullman

se te ve la fruición por el malogro
tu viejo idilio con la mala sombra
tu manía de orar junto a las ruinas
tu goce ante el desastre inesperado

claro que voy a despedirte
no sé por qué no lo hice antes
será porque tenés tu propio método
de hacerte necesario
y a uno lo deja triste tu tristeza
amargo tu amargura
alarmista tu alarma

ya sé vas a decirme no hay motivos
para la euforia y las celebraciones
y claro cuando nó tenés razón

pero es tan boba tu razón tan obvia
tan remendada y remedada
tan igualita al pálpito
que enseguida se vuelve sinrazón

ya sos mayor de edad
chau pesimismo

y por favor andate despacito
sin despertar al monstruo.

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