Reflexiones cotidianas
La bilis negra
Prócoro Hernández Oropeza

La melancolía suele ser otro malestar o síntoma de que algo no funciona en la vida. Se percibe como una especie de añoranza por algo que se fue o por algo que uno quisiera vivir y no se vive. Se añora un pasado o se desea algo diferente para el futuro, pero está más arraigada la vivencia de extrañar a algo o a alguien. Una persona suele sentirse melancólica porque su pareja se fue o la abandonó y siente una especie de vacío o de soledad o tristeza.
Melancolía se deriva del latín melancholĭa y tiene origen en un vocablo griego que significa “bilis negra”. Se trata de la tristeza vaga, permanente y profunda, que puede haber nacido por causa física o moral y que hace que el sujeto que la padece no se encuentre a gusto ni en disfrute de la vida.
Una persona melancólica se desconecta de la alegría, pero también lo puede hacer de su entorno; se aísla de sus amigos y parientes, sin ganas de hacer nada. Se experimentan sentimientos de incapacidad para enfrentar el futuro así como para llevar a cabo cualquier esfuerzo para modificar el estado actual. La profunda desconexión con la realidad, la falta de esperanza, e incluso la extrañeza frente al propio estado, hacen que el individuo suela requerir ayuda para superar este estado.
Muy en el fondo esta melancolía es por esa sensación de separatividad. Primero la separación de Nuestro Padre/Madre original, la separación de nuestra alma física y alma espiritual, pero sobre todo la desconexión de nuestro real Ser. El poeta y escritor  Víctor Hugo decía que la melancolía es la felicidad de estar triste. Lo tomaremos sólo como una metáfora, porque un melancólico no vive en felicidad sino en tristeza por todo eso que siente le falta. Se siente incompleto.
Hipócrates, en su libro “Las epidemias” hace mención a la bilis negra, cuyo principal síntoma era la tristeza. También Celso, en el siglo I d.C hace la siguiente descripción: “Congoja del espíritu fijada al pensamiento sin fiebre”. Pero quien aporta una definición más certera en el siglo VII es San Isidoro de Sevilla, en su libro De los sinónimos: “Angustia del alma, acumulación de espíritus demoníacos, ideas negras, ausencia de futuro y una profunda desesperanza”.
La melancolía, aunque guarda relación con la tristeza, hay que entenderla como una entidad independiente del estado de ánimo, ya que se experimenta de forma distinta a otros tipos de tristeza como el de la desesperanza. Los especialistas consideran que la melancolía, al igual que la tristeza y otras emociones, pasa a ser patológica cuando altera el normal pensamiento del individuo y dificulta su desempeño social. Por ejemplo: se considera normal que una persona puede sentirse melancólica una tarde y se quede en su casa sin hacer nada. En cambio, si dicha conducta se repite a lo largo de varios días y el sujeto abandona su vida social u obligaciones, la melancolía pasa a ser un tipo de depresión que requiere de tratamiento. Siempre recurre a los poetas porque ellos suelen describir este estado de ánimo con esa precisión que viene del espíritu, como es Rubén Darío, con su poema “Melancolía”.

Melancolía
Rubén Darío
A Domingo Bolívar

Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de sueño y loco de armonía.

Ése es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto…

Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?


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