Reflexiones cotidianas
El sendero de la iluminación; el filo de la navaja
Prócoro Hernández Oropeza
1ª. Parte
Cuando la gente oye
hablar de iluminación o iluminados, de inmediato le vienen a la mente
personajes míticos o muy alejados de su realidad. Seres que después de mucho
batallar lograron su despertar y por consiguiente su iluminación. Nombres como
Buda, Cristo, krishna o Rama, por citar algunos. Y parece que no son muchos los
que han logrado tal cometido. Como si la iluminación fuera una meta inalcanzable.
Aquí nos referimos a la iluminación espiritual, no a la intelectual. Mientras
la primera busca el esclarecimiento interior de carácter experimental, mental o
racional, la espiritual se basa en el anhelo por experimentar lo divino, sentir
la presencia de Dios, la paz, el amor, la felicidad o el sentido de la unidad
con lo divino. Pero al final de cuentas ese es el camino que toda la humanidad
anhela y busca, unos conscientes y otros inconscientemente. El espíritu y el
alma anhelan regresar a su origen, a la luz a la verdad, al absoluto;
reintegrarse con el gran Padre-Madre, con su esencia divina.
Para llegar a ese
estado hay dos vías: una larga y en espiral, que puede durar miles de vidas o
la vía corta, llamada también el sendero directo o camino medio o el filo de la
navaja. Es la vía corta, más rápida y directa, pero la más peligrosa. Dicen los
maestros que caminar por el Sendero del Filo de la Navaja,
tan afilado y tan difícil, es hacer equilibrio sin torturarnos y sin
regodearnos en el placer
En el Katha Upanishad, Yama emplea la
metáfora “El filo de la navaja” cuando dice a Nachiketa lo difícil y peligroso
que es el sendero que conduce a la Suprema Realidad. Únicamente un aspirante
espiritual bien alerta, puede evitar posibles caídas y avanzar. Un leve desliz
puede causar una caída y llevar mucho tiempo curar las heridas, volver a
levantarse y proseguir la marcha.
Los peligros se encuentran en ambos
niveles: denso y sutil. La historia de Nárada descripta por Sri Tulsidás en su
‘Rama-Carita-Manas’ muestra los peligros a que está expuesto el buscador
espiritual en una u otra etapa de su vida.
Nárada era un devoto muy estimado por Sri
Harí, el Señor de Vaikuntha, el cielo de los Vaishnavas. Su gran entrega y
devoción al trabajo espiritual y a la enseñanza provocaron celos en algunos
dioses, entre ellos Prayapati, quien lo había condenado a permanecer por
siempre y para siempre en movimiento. Un día que se detuvo en una cueva a
meditar los dioses pensaron que se había roto la maldición. Prayapati envío a
Cupido con un ejército de Ninfas para seducirlo y hacerlo caer. Ni las flechas
ni los encantos de las Ninfas pudieron sacar de sus casillas a Nárada. Cúpido y
las Ninfas, viendo que habían fracasado, se postraron ante él y le pidieron
perdón. Nárada no sólo los perdonó sino que los dejó ir. Entonces el sabio
pensó que había vencido a la lujuria y a la ira. No se enojó por la acción de
Cúpido ni cayó ante las tentaciones de las Ninfas que lo querían apartar de la
mente de Dios. Nárada se dio cuenta que había vencido estas dos legiones de
egos que tienen subyugada a la humanidad. Finalmente llegó a la fatal
conclusión: sintió que se trataba de un logro único y que el mérito era suyo.
¡Qué ironía del destino! Mientras los dioses celebraban el suceso como la
victoria de Srí Harí, como un acto de protección para salvar a su devoto, aquí
estaba Nárada celebrando su propia victoria! Y tan envanecido que había dejado
de repetir el nombre del Señor. La historia de lo que acontece después a Nárada
y de cómo el ego se introduce en él y se apropia de sus experiencias es larga.
Esto demuestra como seres que aparentemente han avanzado en su camino
espiritual, tienen caídas dolorosas, sobre todo cuando en el camino de la
iluminación buscamos recompensas, ser reconocidos por nuestros logros. Por eso, hay dioses y maestros que han
logrado trascender a otras regiones de luz, pero luego vuelven a caer.
Swami Vivekananda afirma que cuando los
débiles sin fe en sí mismos ocupan posiciones de cierta importancia, se sienten
inseguros, temerosos de que alguien pueda desplazarlos. Las personas que
realizan buenas acciones en este mundo con la idea de recompensa, cuando mueren
nacen como dioses (Indra y otros) en uno de los cielos. Estos dioses
representan ciertos estados: no son siempre el nombre de una misma persona.
Habrá millones de Indras. Se trata de una posición transitoria: un alma se
eleva y toma la posición de Indra (Dios) durante cierto tiempo y luego nace
nuevamente como ser humano.Esta tierra, por lo tanto, es el lugar donde
logramos la liberación.
(Continuará)
SEGUNDA PARTE
El sendero de la iluminación; el filo de la
navaja
2ª y
última parte
Recordemos que en la primera parte Nárada
estaba destinado a moverse sin parar. Por un momento se dispuso a meditar en
una cueva, entonces el Dios Prayapati, pensando que había acabado el designio,
mandó a Cupido a que lo distrajera. Pero ni Cupido ni las Ninfas pudieron
distraerlo. Al vencer, Nárada pensó que había vencido los egos de la ira y la
lujuria y pronto fue a decirlo a Shiva. Pese a los consejos de éste, Nárada se
fue directo a presumirle al gran señor Sri Harí. Era obvio. Nárada había caído
en los egos que el pensó había eliminado.
Una mente que discierne rechaza el ideal
del cielo y se dedica a la búsqueda de lo permanente. Vedanta aconseja: “Haz
buenas acciones, pero sin buscar su recompensa. Eso purificará tu mente y te
volverás apto para dedicarte a la meta, la liberación espiritual, con lo cual
romperás todas tus ligaduras y serás eternamente libre”. Mientras haya deseo,
el deseo es el campo más propicio para desarrollar temor, odio, celos,
ansiedad, competencia y envidia.
Volviendo a la historia de Nárada, cuando
el egotismo levanta cabeza, eclipsa todo lo demás. ¡Pobre Nárada! El “filo de
la navaja” había tomado la delantera. Cuando nos adherimos a Dios y vemos su
presencia en todas nuestras acciones y pensamientos, el sendero es amplio,
suave y fácil para nosotros. Pero cuando nos soltamos y no queremos traer a
Dios en nuestros actos, palabras y pensamientos, el sendero se vuelve estrecho,
escabroso y hasta peligroso. Gradualmente se vuelve más angosto hasta
convertirse en “el filo de la navaja”. Nárada caminaba ahora sobre el filo de
la navaja y lo que es peor aún, no era consciente de ello.
En realidad, ¿qué había logrado Nárada?
Nada extraordinario. Él simplemente se las había ingeniado para detener por
cierto tiempo a la lujuria y la ira. Hay veces en que hasta un hombre mundano
no se siente impulsado por sus pasiones. Hay momentos de saciedad en que nos
volvemos indiferentes a los encantos de este mundo... si bien por corto tiempo.
Así, no había nada extraordinario en la
victoria de Nárada. Además un gran devoto como él, bien amado de Harí y
protegido por Él, no debería sentirse orgulloso ante este hecho tan natural.
Cuando el egoísmo eclipsa todo, arroja su hechizo sobre una persona y lo
correcto se vuelve erróneo. Lo erróneo aparece como correcto y las cosas
comunes se vuelven extraordinarias.
Ningún buscador espiritual puede evitar
confundir éxitos momentáneos con logros permanentes. Y en cuanto a lujuria e
ira, son dos de los pecados capitales que dominan al hombre y al mundo. Sólo un
iluminado está libre de lujuria, ira y otras pasiones dondequiera que esté y en
cualquier situación que sea.
En cuanto al resto, ninguna precaución es
excesiva. El Nárada que vemos en esta historia es un gran devoto y bienamado del Señor, pero aún
así, él no debería haberse sentido tan confiado. Muy tarde se dio cuenta que la
ira y la lujuria lo habían vencido, sólo después que Sri Harí le puso una
trampa para que se diera cuenta que había resbalado.
Concluyendo, el camino que el neófito
diligente toma para iluminarse es el sendero del medio, y se le describe como
el filo de la navaja. Por supuesto, este sendero del medio que el Buda
pregonaba, es un camino hacia la transformación interna de cada iniciado. A
cada lado, el aspirante enfrenta tentaciones y obstáculos, pero estos se
superan cuando existe un estado interior de equilibrio, libre de deseos y ver
la presencia de Dios en todo lo que te rodea.
La historia de
Nárada demuestra el tremendo poder alucinante de Maia: ‘los peligros densos y
sutiles que acechan en el sendero espiritual; la importancia del autoexamen, de
estar alerta, de cultivar una fe inconmovible y una verdadera humildad.
Nos asegura también
la infalible mano protectora de lo divino guiando, alentando, instruyendo y
hasta jugando con el aspirante espiritual.
“El filo de la
navaja” puede ser filoso y hasta temible cuando luchamos para asirnos de la
mano de Dios. Finalmente, no olvidemos que “el filo de la navaja” se vuelve
romo e inofensivo cuando es Dios quien nos toma de la mano.
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