De qué os preocupáis
Prócoro Hernández Oropeza

Aunque los humanos, los animales, vegetales  y minerales son seres sintientes, sólo los primeros tenemos la capacidad de comprensión y de discernimiento, aunque con sus excepciones. Es que los minerales, animales y plantas también son seres con distinto nivel de discernimiento, sólo los humanos estamos hechos para buscar la verdad absoluta. Nuestra meta no sólo se concreta a comer, reproducirse y dormir, siempre buscaremos una explicación del porqué estamos vivos. Siempre nos rondarán preguntas como ¿Cuál es mi propósito? ¿Cuál es mi origen? ¿A qué vine a esta vida?

No es por ello casual que el conocimiento del hombre a través de su permanencia en este planeta haya elaborado diversas teorías, hipótesis, ensayos teológicos y filosóficos que intentan aportar una respuesta a estas interrogantes.  Pese a que la mayoría de los humanos enfoca su vida  en complacer a sus sentidos muchos, cansados de vivir repitiendo sus guiones, tratan de investigar la vedad absoluta.
Esas personas que buscan más allá de los sentidos, saben que no son su cuerpo, son un ser intemporal, eterno. Es verdad somos un cuerpo y poseemos un alma y un espíritu, y esto último es lo más importante. Nuestro cuerpo es como un traje que portamos en esta vida, uno más de tantos que hemos usado en otras vidas. Algún día nuevamente tendremos que despojarnos de él  y nuestro Espíritu y el alma se recogen para después volver con un  nuevo traje.
Cuando sabemos esto entonces no nos aferramos a nuestro cuerpo ni a sus posesiones. Pero  como la mayoría esta apegado a sus posesiones materiales y a su cuerpo, tiene miedo a morir. Y si algún pariente cercano o un amigo mueren, nos duele mucho, sufrimos, como si algo nos hubiesen quitado. Pero en el fondo es un miedo a nuestra propia muerte, porque nos recuerda que un día moriremos también.
Conozco personas que cuando pierden un familiar, su madre por ejemplo, duran varios días, meses y hasta anos en desprenderse de ese duelo. Viven en un sufrimiento permanente y cada que recuerdan a ese familiar se identifican con el dolor y sufren, lloran. Existen personas que preferirían haber muerto ellos y no ese familiar.
Pero todos llegaremos a ese punto fatal. Fatal y no. Lo es si creemos que todo acaba con la muerte física de nuestro cuerpo. Cuando sabemos que la vida es eterna, que nuestra chispa divina o espíritu es inmortal qué puede preocuparnos. Lo único que nos quedaría por hacer es vivir la existencia con plena conciencia, en amor, felicidad y paz permanente. Para ello se requiere un entrenamiento, pero primeramente aceptar nuestra eternidad.
Cuando aceptemos este principio y seamos uno con la voluntad del Padre/Madre, con la suprema conciencia de Dios, entonces cesaremos este ciclo de nacimientos y muertes. Mientras eso no se comprenda, seguiremos yendo y viniendo. Si reconocemos que el espíritu y el alma provienen del gran espíritu de Dios, del gran absoluto, ésta al caer en el mundo material llega en medio de tres variedades  o cualidades de la naturaleza: Bondad, pasión e ignorancia.
Cuando una chispa viene revestida de la ignorancia, esta ha olvidado por completo su naturaleza espiritual; la segunda, la pasión, casi lo ha olvidado pero conserva una intuición de ella. La otra, la de la bondad, ella está completamente dedicada a la búsqueda de la perfección espiritual. Cada una de esas almas recibe el pago de lo que hizo en sus vidas anteriores, no hay castigo divino, sólo consecuencias. Así que hemos tenido tantos padres como vidas hemos experimentado. Como dijo un antiguo maestro, tal como las pequeñas partículas se juntan y a veces se separan, movidas por las olas del océano, así las almas albergadas en los cuerpos materiales se juntan y a veces se separan movidas por la fuerza del tiempo. ¿De qué os preocupéis?

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato