Los avernos internos, noveno círculo, la traición XIV
Prócoro Hernández Oropeza
Dante, guiado por Virgilio, su maestro, salen del octavo
círculo infernal e ingresan al noveno y último círculo del inframundo (Canto
XXXI). Dante describe su llegada: “Volvimos la espalda a aquel miserable valle
subiendo por la orilla que le rodea sin hablar una palabra. Allí no había ni
noche ni día, de modo que muy poco podía ver delante de mí; pero oí sonar un
gran cuerno de modo que era tan fuerte que era capaz de hacer callar cualquier
trueno, por lo cual mis ojos, siguiendo su dirección, se fijaron totalmente en
un solo punto. Poco tiempo hacía que tenía la cabeza hacia aquel sitio cuando
me pareció ver muchas torres altas, por lo cual dije:
- Maestro, dime, ¿qué tierra es esta?
A ello me contestó:
- Puesto que quieres llegar a ver hasta muy lejos a través
de la tiniebla, ocurre que te equivocas en lo que imaginas. Ya verás cuando
estés más cerca. Virgilio se adelanta y le dice que aquellas figuras que
semejan torres no lo son en verdad, son gigantes que están hundidos todos ellos
en pozos hasta el ombligo en torno a la orilla. Al primero que vieron fue a
Nemrod, gigante bíblico, autor de la torre de Babel. Nemrod o Nimrod fue un
monarca legendario de Mesopotamia (similar al rey Ninus de Asiria en la leyenda
griega). Es mencionado en el capítulo 10 del libro de Génesis. Varias ruinas
antiguas llevan el nombre de Nemrod, y también aparece en la Midrash judía. El
Antiguo Testamento lo presenta como un tirano impío que construyó la Torre de
Babel.
Más adelante se encontraron con Efialto. Efialto (griego antiguo
Ἐφιάλτες, latín Ephialtes) es uno de los dos hermanos de estatura gigantesca en
la mitología griega. Junto con su hermano Oto, son conocidos como Aloeids. Su
padre era Aloe gigante o el dios de los mares Poseidón, a quien Ifimedeia amaba.
Ambos muchachos crecieron de una manera extraordinaria y en sus nueve años eran
hombres inmensos. Un oráculo para los niños pretendía que ni el hombre ni Dios
pudieran matarlos. Debido a esto, tenían confianza en sí mismos, conscientes de
su fuerza y coraje se les ocurrió una idea para oponerse al propio Olimpo, a
quien quería destruir. Además, se propusieron humillar a las diosas Hera y Artemisa.
Pero primero sometieron al dios de la guerra Hermes, lo que lograron, y el dios
fue encarcelado durante trece meses, hasta que el dios Hermes fue liberado.
Luego intentaron destruir el Olimpo, arrojaron montañas
enteras al mar y apilaron una montaña sobre la otra. Pero no lograron la
destrucción no terminaron. En una versión fueron asesinados por la flecha de su
dios Apolo, ora que la diosa Artemisa apareció en forma de ciervo blanco, y
ella corrió con relámpagos entre ellos, y cuando le dispararon se dispararon
entre sí con sus flechas y se mataron entre ellos. este tenía el brazo
izquierdo sujeto por delante y el derecho por atrás con una cadena que desde el
cuello hacia abajo daba cinco vueltas a la parte del cuerpo que salía afuera,
la otra estaba bajo tierra.
Más tarde se encontraron con Anteo, (Ἀνταῖος) otro gigante
de la mitología griega. Anteo habitaba en la isla de Irasa, situada más allá
del estrecho de Gibraltar, ya en el curso del Océano. Anteo fundó una ciudad en
el estrecho de Gibraltar a la que puso el nombre de su mujer: Tingis; la ciudad
corresponde a la actual Tánger. A Anteo
se le atribuye el mito fundacional de la Torre de Hércules, donde Anteo se le enfrentó
y donde fue muerto por Hércules, enterrándolo en la colina sobre la que
construyó el faro de La Coruña; el único faro romano en funcionamiento en el
mundo y Patrimonio de la Humanidad. De hecho, el escudo de la ciudad es un faro
con unos huesos debajo, que representan los de Anteo.
Anteo desafiaba y mataba a todo aquél que atravesaba sus
dominios, pues había hecho voto de construir un templo a Poseidón con cráneos
humanos. Siempre vencía en sus peleas, puesto que cada vez que caía en tierra o
la tocaba, Gea le daba fuerzas de nuevo. De este modo retó también a Heracles,
quien lo derribó tres veces, pero en vano, pues la Tierra, su madre, reanimaba
sus fuerzas. Hércules se dio cuenta de ello y lo levantó en vilo para impedirle
recibir el aliento de su madre, logrando asfixiarlo.
El noveno círculo está rodeado de gigantes clásicos y
bíblicos, quienes quizás simbolizan el orgullo y otros defectos espirituales
que se esconden detrás de los actos de traición. A este tipo de orgullo se le
llama el orgullo místico, aquellos que se creen superiores a sus maestros o a
Dios y lo desconocen. El fue el primer ego que generó también la primera caída
o rebelión de los ángeles, Lucifer y compañía. Ellos fueron combatidos y
confinados en estos mundos infiernos. (Continuará)
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