Las máscaras de la ira I


Prócoro Hernández Oropeza
Todos hemos experimentado el enojo o ira, en diversas ocasiones y con distintos niveles, gradientes o matices. Algunos nos hemos acostumbrado a este rasgo psicológico, que más que emocional es psicológico. Sí, porque muchas corrientes, sobre todo psicológicos sólo lo perciben y definen como una emoción humana totalmente normal y por lo general, saludable. Y consideran es peligrosa sólo cuando perdemos el control de esta emoción y se vuelve destructiva y puede ocasionar muchos problemas en el trabajo, en las relaciones personales y en la calidad general de vida.
Otras corrientes incluso sostienen que el enojo, siendo poderoso y negativo, nos puede servir como nuestro maestro. El enojo nos puede enseñar quiénes somos realmente, qué es importante para nosotros y la manera de lidiar con la adversidad y la frustración. Podemos aprender del enojo, y en el proceso, manejarlo no sólo a él sino también a nosotros mismos. En verdad se  quedan cortas y hasta enmascaran al verdadero ocasionador del enojo, que es el ego. El ego de la ira.
El ego de la ira es uno de los yoes o agregados psicológicos que han tomado por asalto nuestra psique o alma y controlan nuestros pensamientos, emociones y voluntad. El enojo puede venir por cualquier cosa o acción, sea nuestra u ocasionada por quienes nos rodean. Este ego de la ira junto con el de la lujuria tiene controlada a la humanidad. Si no vea cómo está el mundo, plagado de ira, violencia, guerras, odios, rencores, resentimientos. Y en el plano de la lujuria es tan acusada su manifestación de tal forma que los matrimonios se deshacen muy rápido debido a la infidelidad, a la morbosidad y otros rasgos, el estímulo de los placeres de la carne por medio del cine, la televisión, las redes sociales.
Desde otra perspectiva más refinada, desde el punto de la psicología transpersonal, la ira es un rasgo psicológico que se ha incrustado en nuestra psique y forma un gran ejército de agregados psicológicos. Es una legión con miles de yoes y gradientes, desde un simple enojo, resentimiento, rencor hasta llegar al odio. Estima el Maestro Samael Aun Weor que es importante reconocer que una vez se sufre un coraje, aquél que lo sufre pierde todo el interés por abandonar su YO de la ira.  Una y otra vez vemos como un iracundo casi revienta cuando un ajeno simplemente le dice “no es necesario que tengas coraje.
Más aun, cómo aquellos iracundos escogen de forma voluntaria, mantener frescos en la memoria aquellos eventos del día que más le hirieron y más le hicieron sufrir; y les vemos repitiendo el evento de forma constante en la pantalla de su memoria, debatiéndose entre lo que dijo y lo que debió decir, entre lo que hizo y no hizo, y hasta planificando de forma estratégica lo que hará y lo que dirá la próxima vez. Existen personas que hace muchos años, cuando era un colegial y si un maestro le reganó y lo puso en vergüenza frente a sus compañeros y más aún le jaló las orejas, a los 15 o 20 años aún sigue sintiendo coraje contra ese maestro. Es posible también que muchos de ellos, mientras van de camino a sus casas al final del día, discuten consigo mismos y dramatizan sus tragedias.  A todos les disgusta el coraje, pero una vez que lo experimentan hay algo romántico en el coraje mismo que les atrae y les deleita.
Lo más grave es saber que el coraje resulta adictivo una vez que se experimenta, dándole a aquel que lo dramatiza una falsa sensación de poder, un valor extraordinario para decir aquello que de otras formas no diría y el regalo de un tiempo infinito más tarde para arrepentirse y sufrir por el dolor que le hizo pasar a otros. Luego entonces este ego, la ira, el enojo interior nos es un maestro como sostienen los psicólogos tradicionales, ni se aprende de él, ni es nuestra verdadera personalidad.
El enojo se expresa de diversas formas, a veces muy sutilmente. Igual que cualquiera de aquellos siete pecados capitales (la lujuria, la codicia, la envidia, la pereza, etc.), la ira es un defecto de tipo psicológico muy peligroso que puede aparecer tanto como un demonio o disfrazado de Santo. La ira se manifiesta tanto en aquél que lleno de odio asesina a  su enemigo en el campo de batalla como en aquél que ofrece consejo con la intención de que acciones subsiguientes hagan sufrir a otro. Está la ira en aquél que le tira los trastes al conyugue y en aquél que justifica la paliza que le da a sus hijos como un acto de amor. También en aquél que hiere, calumnia y traiciona a otros con el uso de la palabra (el verbo) igual que se ve en aquél que mientras sonríe, ataca con una mirada de infamia. (Continuará)


Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato