El poder del amor, nuestra real naturaleza






Prócoro Hernández Oropeza

La mayoría piensa que venimos a este mundo por una sola ocasión y por tal motiva gasta toda su energía en ser alguien que destaque, sea feliz, tenga poder, riqueza, amor, admiración. Sólo logra pequeñas porciones de ello o si obtiene poder o riqueza vivirá atado a sus redes y no logrará la felicidad ni el despertar de la conciencia. Sí, porque la mayoría estamos dormidos, pensando que esta realidad que percibimos con los cinco sentidos es todo lo que existe. La tradición budista, hinduista afirma que esto es una ilusión.

Que este gran planeta rotatorio y nuestra individualidad humana no nos fueron dados sólo para que existiésemos por cierto tiempo y luego nos desvaneciésemos en la nada, sino para que pudiéramos indagar el sentido de todo. Vivir sin comprender el propósito de la vida es absurdo y, además, una pérdida de tiempo. El misterio de la vida nos rodea y la inteligencia se nos concedió para develar ese misterio. Pocos han comprendido que nuestra real naturaleza es divina y por lo tanto nuestro espíritu es eterno.

Muchos han querido cambiar el mundo, hacerlo más pacífico, amoroso y equilibrado, pero al final todo sigue igual, ¿sabes por qué? Lo que han intentado los grandes estadistas, la mayoría lo hace desde sus egos, sus yoes de poder, de auto consideración, de orgullo, ira, resentimiento, codicia o envidia y con ello no logran ningún cambio. Querer transformar esta sociedad violenta, misógina y corrupta desde el odio, el rencor sólo lleva a más odio y rencor, más miedo, más sufrimiento.

Mientras haya odio y resentimiento sólo van a atraer más de lo mismo. Eso está demostrado en las diversas naciones donde se han realizado cambios de gobierno desde ese espacio egoico. Los que triunfan se vuelven a tornar igual que a los que combatieron. Los maestros sostienen que primero debes transfórmate a ti mismo y al hacerlo habrás hecho tu parte para ayudar a transformar el mundo. Todo ser humano debe realizar un cambio en su vida si desea vivir en un mundo pacífico, y éste no alcanzará la paz a menos que tú mismo comiences a empeñarte en establecerla. Únicamente al desterrar el odio de nuestros corazones podremos vivir de modo semejante a como vivieron Cristo, Buda, Krishna y todos los grandes sabios de todas las tradiciones.

No son tus ideas brillantes ni los pensamientos pasajeros los que ejercen control sobre tu vida, sino los simples hábitos cotidianos. Todos los maestros recomiendan vivir en forma sencilla y no dejarse atrapar por las complejidades del mundo, pues es demasiado exigente. Cuando finalmente se lograr obtener lo que se anhelaba, los nervios están agotados, el corazón maltrecho y hasta los huesos duelen. Adopta la determinación de desarrollar tus facultades espirituales desde ahora en adelante. Aprende el arte de vivir con rectitud. Si tienes gozo lo posees todo; aprende, pues, a permanecer alegre y satisfecho... Sé feliz ¡ahora!

Las personas nacen, juegan, se casan, tienen hijos, llegan a la vejez, ¡y la vida concluye! ¡Eso no es vivir! Yogananda sostiene: “He comprobado que la vida es mucho más profunda y maravillosa que todo esto. Cuando conoces a Dios, desaparece la tristeza. Todos los seres que amaste y perdiste, arrebatados por la muerte, están contigo de nuevo en la Vida Eterna.

Una vez que hayas obtenido todas las cosas materiales, te hartarás pronto de ellas. [...] Mas existe algo que jamás te hastiará, ni en esta vida ni por la eternidad: el gozo siempre nuevo que se experimenta en la comunión con Dios. El gozo que permanece siempre igual puede causar tedio, más cuando constantemente se renueva y es continuo, te deleitará por siempre. Semejante gozo puede experimentarse en los estados de meditación profunda.

En el sentido universal, el amor es el poder divino de la atracción que armoniza, une y vincula. Está opuesto a la fuerza de la repulsión, que es energía cósmica que materializa la conciencia de Dios. La repulsión mantiene todas las formas en el estado manifestado a través del maya, el poder de la ilusión que divide, diferencia y desarmoniza. La fuerza atractiva del amor contrarresta la repulsión cósmica para armonizar toda la creación y retornarla a Dios. Aquellos que viven en conexión con la fuerza atractiva del amor consiguen la armonía con la naturaleza y sus semejantes y son atraídos a la feliz unión con Dios.

¿Por qué habrías de dudarlo? El éter está saturado de la música que capta el receptor de radio; sin éste, esa música pasaría desapercibida. Lo mismo ocurre con Dios. Él está con cada uno de nosotros en todo momento de nuestra existencia, y la única manera de comprobarlo es a través de la meditación.

Nuestro ser posee dos aspectos, uno visible y otro invisible. Con los ojos abiertos, contemplamos la creación objetiva y a nosotros mismos en ella. Con los ojos cerrados, nada vemos: únicamente un oscuro vacío. Y, no obstante, la conciencia continúa intensamente alerta y activa, aun cuando esté desligada de los objetos físicos. Si durante la meditación profunda penetramos en la oscuridad que se encuentra tras los ojos cerrados, contemplamos la Luz de la cual emana la creación. Por medio de la meditación o la oración profunda, nuestra experiencia se remonta aún más allá de la manifestación de la Luz y logra penetrar en la Conciencia que es Bienaventuranza absoluta, la cual trasciende todo lo creado y, no obstante, es infinitamente más real, tangible y gozosa que toda percepción sensorial o supra sensorial.

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