El paraíso, La divina Comedia VI, Noveno cielo



Prócoro Hernández Oropeza
Noveno cielo (primer móvil)
Juntos, Beatriz y Dante, ascienden al noveno cielo, primer móvil y motor de los demás, cuya posición y movimiento se lo explica Beatriz. En este cielo Beatriz invita a Dante a mirar desde este espacio a la tierra.
Beatriz le dice a Dante: - Hemos salido fuera del mayor cielo corpóreo para llegar al que es pura luz; luz intelectual, plena de amor, de verdadero bien, pleno de alegría; alegría que trasciende toda dulzura. Aquí verás a una y otra milicia del paraíso, y una de ellas con el mismo aspecto que tendrá en el Juicio Final. El amor que aquieta a este círculo acoge siempre en sí tal saludo a fin de que el cirio esté dispuesto a recibir su llama, la luz de Dios.
Antes, en el Canto XXVIII. Beatriz le explica a Dante que los círculos primeros le han mostrado los serafines y querubines, luego los Tronos y otros seres divinos: dominaciones, virtudes, potestades, principados y arcángeles y al últimos los alegres ángeles.
El noveno y último es el cielo cristalino, también llamado primer móvil, pues es de hecho el primero que se mueve, recibiendo su moción de Dios y transmitiéndosela a las esferas concéntricas subyacentes. Por encima solo se encuentra el Empíreo, el cielo, entendido como conjunto de esferas concéntricas a la Tierra en las que se movían los astros (según los antiguos) o como lugar en el que los santos, los ángeles y los bienaventurados gozan eternamente de la presencia de Dios (según la teología cristiana). La potencia divina que reside en el Empíreo, centro del universo, imprime a los cielos subyacentes un movimiento rotatorio, muy fuerte en el primer móvil, pero cada vez más lento, hasta la Tierra. En esta esfera residen las jerarquías angélicas, que aparecen distribuidas en nueve círculos de fuego que rotan en torno a un punto luminoso, que es la Gracia de Dios.
En este cielo Dante vio los ojos de Dios, en su forma femenina (la virgen María) amados y venerados, fijos en quien oraba y les demostraban cuán gratas le son las devotas oraciones; después se elevaron a la eterna luz, en la que no es de creer que una criatura humana pueda dirigirse tan claramente y Él, que se acercaba al término de sus deseos, dejó de sentir, como debía, el ardor del ansía. San Bernardo, sonriendo, le indicó que mirara hacia arriba. Y Dante describe que desde aquel momento, lo que vio fue mayor de lo que se puede expresar, pues la vista y la memoria, se rinden ante tanta grandeza. Como quien soñando ve, y después del sueño sólo le queda impresa en la mente la pasión, y ninguna otra cosa más. Obvio, Dante está describiendo una experiencia transpersonal maravillosa en el mundo del Espíritu o del Águila. Son experiencias místicas muy difícil describir con la mente humana. Por ello, como una despedida nostálgica de lo que ahí vivió, dijo:
¡Oh, luz suprema que tanto te elevas sobre los conceptos mortales! Devuelve a mi mente algo de lo que allí se me manifestó, y haz que mi lengua sea tan potente que sólo una chispa de tu gloria pueda dejar a la posteridad; que, por volver algo a mi memoria y por sonar un poco en estos versos, más podrá concebirse en tu victoria.
Ver esa inmensidad, la luz de Dios, le permitió a Dante mirar todo lo que se halla esparcido en el universo: sustancias, accidentes y sus operaciones, todo ello unido y de tal modo que cuanto él vio es simple reflejo. Dijo haber percibido la forma universal de esta unidad, tal como Buda sostuvo haber visto esta unidad, el universo y todo lo que se encuentra dentro y fuera de él. En la profunda y clara sustancia de esa gran luz se le aparecieron tres círculos de tres colores y de una sola dimensión, se refiere a la Santísima Trinidad, uno parecía reflejado del otro, como iris de otro iris y el tercero parecía un fuego espirado igualmente de los otros. ¡Cuán corta es la palabra y cuán débil mi concepto! Con lo que no tenía palabras para describir lo que puedo apreciar en otras dimensiones. Y como hemos dicho a lo largo de todas estas entregas, Las experiencias de Dante, en el inframundo, los nueve círculos; el purgatorio y el cielo, se dieron en su propio mundo interior.
Véanse también: Paraíso: Canto Trigésimo, Paraíso: Canto Trigésimo primero, Paraíso: Canto Trigésimo segundo y Paraíso: Canto Trigésimo tercero. FIN

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato